martes, 12 de mayo de 2009

Instantánea (III)


Mi amigo y yo discutíamos sobre un hipotético mapa de lugares públicos en los que se pudiera hacer popó si se produjese un caso de necesidad imperiosa. Intercambiamos nombres de ciertos bares céntricos aportando alguna experiencia escatológica por cada cual. Le dije: "el Cortinglés, no hay parangón. Hilo musical. Perfume ambiente. Secadora de manos. Toallita. Mega-rollo de papel higiénico. Aséptico. Y la tercera planta la mejor. Los servicios de la primera están siempre atestados. La gente no para de llamar a las puertas...no puedes concentrarte..."
Hacía un frío que pelaba. Nos despedimos hasta otro día con un abrazo y unas carcajadas. "Hay que ver lo que da de sí un café..."
Evoqué entonces -repasando las bondades que ofrecían los servicios de aquellos grandes almacenes- el polvo con el veneciano: años atrás, mediados de Junio. La primavera -como la rosa que muere- apestaba a la ciudad con tentáculos invisibles de azahar herido, boñigas de caballo al tiro y calor bochornoso. No había nadie que pudiera ocultar un surco de sudor estertóreo bajo los brazos. Debajo de las faldas y pantalones errantes se intuían tufillos prófugos que huían de los cuerpos atravesando las mismísimas bacterias originarias para posarse en un reguero de olfatos heridos por la fritanga del mediodía y el alcohol mezquino de barril. Corrimos calle Cuna abajo hasta La Campana y allí decidimos -sin mediar palabra- que no podíamos separarnos sin tocarnos. No bastaba un simple roce de manos o el intenso beso robado de dos meses atrás, cuando nos volcamos el uno sobre el otro como dos extraños poseídos por el diablo. No. Yo llevaba un vestido naranja, ceñido como un clavel hasta el talle, que se abría involuntariamente por encima de los muslos al rumbearse, emulando la cadencia del varal en los pasos. Me solté el pelo para que -endrino- brotara a capas sobre la cintura. En los pies, unas valencianas negras con cintas que parecían querer enredarse pantorrillas arriba buscando la cúpula del cielo.
El veneciano me miró con ojos de búho. Qué guapo estaba con su camisa azul marino y aquellos pantalones de algodón desgastados por el tiempo o los viajes e innumerables lavados a ojo de buen cubero en habitaciones baratas de alquiler para estudiantes.
"El Cortinglés. Vamos vamos."
Subimos por la escalera mecánica hasta la segunda planta y nos metimos en los servicios. Abrimos la última puerta, disparamos nuestros cuerpos al cubículo y cerramos el pestillo tocándonos como dos ciegos que a tientas pelasen nísperos.
"Shhhhiiiiii...calla calla que nos van a oir..."
"Es la música..."
"Alguien...entra..."
"Claro...hombre...estamos...en el...servicio...de mujeres..."
Vuelta de espaldas sentí cómo el mástil de su pica horadaba el magma volcánico que aparentaba escondérseme entre las nalgas.
"Ufffff....a...siiiiiii...."
"Tu cuuuulooo...meravilooosoooo...."
Retorcía mi cuello y alargaba el suyo para asaltarnos la boca mientras saltábamos al ritmo frenético de nuestra propia cantinela. Con una mano selló mis labios.
"Que
nos
van
a
pi
llaaaar..."
"Estoy...segura...mira...aquello es...una cámara...y...vamos a salir...en las pantallas...de todo...el edificio...jajajajajaj..."
Me ensartó con tal intensidad y nerviosismo que en uno de los saltos pude ver desde lo alto de la puerta del servicio a una mujer secándose las manos y mirándome. Más aún. Me vi reflejada en el espejo que al mismo tiempo devolvía la imagen amenazadora de una masa de ojos clavándose en los míos.
"Paraaa...paaraaaa...jajajaja..."
"Q...qu...e...e..."
"Vámonos...corre..."
"T...maaat...o..."
"No querrás que nos fichen..."
Salimos a la calle como dos gatos en celo dolorosamente separados por un golpe súbito en el lomo. Nos despedimos en El Duque sin mucha demora "joder me duelen los huevos" "¿y cómo crees que tengo yo el coño?" porque nuestra historia de amor se había terminado. Días después volvimos a vernos para rematar la faena en otro lugar. Fue antes de su partida. El deseo seguía intacto.





Imagen: escultura de Eva Antonini.

Bramida. Cien Instantáneas Reales Eróticas.


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