viernes, 31 de julio de 2009

"Los Fragmentos de la Noche"




"La imagen es la realidad del mundo invisible"

José Lezama Lima




lunes, 27 de julio de 2009

Debajo del Tiempo...



La Realidad


Sí, detenida;

nunca como desamor,
nunca huida, jamás como sueño, nunca solo como el deseo.
En esta hora
del mediodía, blanca, preciosa, pura limpísima;
en esta transparente hora del día completo.


Lo mismo que podría ser por la noche.
Porque siempre existes. He soñado mucho. Toda mi vida soñando. Toda mi vida tentando
bultos, confesando bultos.
Toda mi vida ciego dibujando personas.


Recuerdo aquel amor: ¿era amor?
Recuerdo aquel corazón. ¿Tenía la forma de corazón?
Recuerdo aquella música que yo pretendía escuchar en un pecho.
Me quedaba dormido sobre un pecho cerrado. Y soñaba el hermoso
color del amor en el corazón latidero.


Tenté bultos, indagué cuidados:
escuché el sonido del viento,
nocturnamente azotando, fingiendo, tomando de pronto la forma
de un cuerpo,
adelantando una mano; y oía su voz. Y mi nombre. Y se oía...


Pero no oía nada.
Así, por la vida;
por todos los libros;
por las arenas; entre la mar; en las cuevas; debajo del tiempo...


Siempre soñando, o callando.
Destrozado de ropas. O vestido de nuevo.
O agolpado de pronto sobre una roca, desnudo, insumiso.


Pero engañándome.


Y hoy,
aquí, en este cuarto con sol,
con delicado sol casi doméstico;
hoy, detenido,
aquí, con la ventana abierta, esperando.
Pero no esperando lo que nunca llega.
Porque tú sí que llegas. Porque un instante te has ido y vuelves.

Vuelves, y te veo llegar sobre un fondo de pared blanca.
En un jardín. Y te veo llegar entre acacias muy verdes,
con olor vivo, y sonidos...


Nunca como desamor,
nunca como el afán,

jamás solo como el deseo.
Sino con tu dibujo preciso
que yo no tengo

que trazar
con mi sueño...





Vicente Aleixandre



martes, 14 de julio de 2009

Poción de Amor


"Cuando leas esto no estaré pensando en tí"





mensaje anónimo escrito en la puerta de un servicio











Imagen: A.V.Beardsley.








domingo, 5 de julio de 2009

El Dedo en la Daga



La foto me recuerda una reyerta que presencié hace dos días. Un delincuente -brutal y joven- había salido ya de la cárcel y esa noche pretendía ajustar cuentas con algún adversario suyo, a ser posible en la calle, carrera de coches incluida y una cohorte de parejas machistas llorando a voz en grito inútilmente para separar sendas facciones de mulos que se golpeaban como posesos hasta la paraplejía. Tampoco faltaron botellas rotas "porque no tengo una navaja que si no lo rajo de arriba abajo a ese cabrón hijo de la grandísima puta. Lo mato."
La policía vendría enseguida pero antes esperaría un poco a que se mataran entre ellos.
Dos días después de esto que cuento, capto con el móvil la imagen de las navajas que veis en el post, a solo unos metros del lugar donde habían sucedido los hechos. Tal icono se encontraba en un tenderete y pendía de un trozo de cartón duro colgado en una estructura metálica. "Limterna sin pilas."
No fue el texto ni su ortografía lo que llamó mi atención sino el metódico conjunto de minifacas -esa estampa tridimensional, rabiosamente real- que lo apoyaba. ¿Qué era aquello? ¿arte? ¿descaro? ¿provocación? ¿ignorancia? ¿irresponsabilidad? ¿pureza? ¿atavismo?
Entre la bronca que no acabó en tragedia por ausencia de navajas y la visión de las mismas a precio de saldo -vendíanse como faroles- pasó cual rayo por mi mente una escena de película que me había bajado meses antes de internet y que visioné en casa la tarde posterior a la reyerta. Era aquella en la que Henry Fonda -su personaje, que encarna la razón y la reflexión en Doce hombres sin piedad- clava la automática encima de la mesa para demostrar al jurado que no se puede juzgar a la ligera, mucho menos sin estar seguros de los hechos...
Sin ir más lejos, mi padre -que en paz descanse- utilizaba siempre una navaja para cortar el pan .En realidad jamás lo vi con un cuchillo casero a la hora de comer y cuando un día le pregunté por qué la usaba me contestó tranquilamente "corta mejor."
Nunca se lo dije pero a mí me intimidaba mucho ver todos los días un arma blanca en la mesa y a veces llegué a menospreciarlo por ello, hasta que en una ocasión se despistó y se cortó y cuando vio la sangre manar de la herida cayó al suelo como una pluma de seda. Comprendí pronto el significado y el sentido de la duda razonable.