sábado, 1 de noviembre de 2008

¿Don Juan?


Juan

mira el jugo resbalar por mi boca y caer,

llega el momento en que la tierra se hace néctar

las piedras y las flores líquido vergel

y todas las aristas que la habitan

miel.

Cuanto veo en tu mirada

es la fruta carnal que te provoca:

tú me engulles hacia adentro

y el sabor de la fruta ya no evoca a

la naranja. Es...

nuestra boca.


Bramida. Letras Púberes.



Un buen incentivo para visitar alguna vez el baúl de los recuerdos manuscritos es descubrirse a uno mismo farfullando en voz baja: “¿pero así era yo? ¿esto escribí? ¿dije eso? ¿hice aquello? ¿y esa foto? uh, uh esto lo rompo...” Conscientes de que nuestro ser algo ha permutado. Viene al caso el poema con el que encabezo el post y al que ahora titularía sin miramientos “Catálogo” no por evocar el valor de la fruta sino como claro homenaje al Leporello de la ópera, que cantó las conquistas de su señor Don Giovanni como si contara las longanizas de una interminable ristra. Y se quedó tan pancho. Pero no fue el único que lo hizo –o eso pensaba yo mientras leía algunas páginas de mi diario adolescente- pues mentiría si dijera que jamás participé en la elaboración de semejantes listas, aunque no pretendo publicar extractos. El donjuanismo en nuestra especie y desde unos días acá, lejos de ser antídoto contra la predestinación -o tapadera de alguna que otra orientación sexual reprimida- no es más que un montón de hormonas revueltas y malamente encauzadas. No simplifico. Porque acercarse al mito desde la perspectiva de hoy -y en esto da igual cogerse a un Tirso, un da Ponte, un Moliére, un Richardson, un Laclos, Zorrilla, Dumas, Goldoni, Gasset o Marañón...- cualquiera que levantara la cabeza ahora pensaría: “¿Miré -en verdad- los muros de la patria mia? ¿Tan gloriosamente ardieron nuestras médulas...? Que aunque gozar del engañar, penar por enredar, desencantar o ser estafado es cosa al parecer universal, la manifestación del deseo oscila y cambia con el paso del tiempo y el cambio de lugar. Ni que decir tiene si entramos en el discurso del poder y la erótica...con la Iglesia hemos topado -mas no solo con la Iglesia-. Si medio mundo carece de internet el otro medio copula o fornica virtualmente –lo real no se estila tanto- con premeditación, alevosía, ventaja... y el catálogo de antaño se transmuta hoy en realidad virtual manipulable a placer, sin coerción legal, como mandan los cánones del bit. Todo vale. Todo es posible. Todo lo que hay en la mente existe y navega rápido. Casi tenemos a un tiro de piedra alcanzar el don de la ubicuidad –no confundamos con simultaneidad-. Por tanto habrá que moldear el arquetipo si queremos seguir beneficiándonos de él. ¿Quién es Don Juan ahora? ¿A quién representa? ¿Quién se identifica? ¿Qué proclama? ¿Realmante interesan los catálogos de conquista que no sean juegos virtuales de invasiones públicas y notorias?¿Acaso sigue el sexo unido a la idea de culpabilidad? ¿Se comprende bien lo que es el statu quo? ¿Corremos el riesgo de sufrir la descatalogación de un clásico? La ambigüedad de la última frase sugiere una respuesta binaria. Yo entretanto sigo reflexionando sobre el donjuán que llevo dentro, cierro el baúl y escucho el aria.




http://es.youtube.com/watch?v=J_5qv1Svitw



3 comentarios:

La vereda de la puerta atrás dijo...

Pues seguiremos de cerca tus reflexiones sobre el don juan interior para ver qué más ofrecen. Buen post. Besos

Versus Die dijo...

acabo de enamorarme perdidamente de tu blog... crees que querrá casarse conmigo? ^^ un saludo afectuoso de una loca por las películas de Kim Ki Duk

Bramida dijo...

bienvenidas :) la vereda de la puerta atrás y versus die pero aviso: este blog no es fiel :D ;)