lunes, 18 de octubre de 2010

El Universo


"...En el año 600 a. J., el Imperio Asirio acababa de caer. En su época de auge había abarcado una longitud máxima de unos 2.200 kilómetros, extendiéndose desde Egipto hasta Babilonia. Este imperio no tardó en ser reemplazado por otro, el Persa, que llegó a abarcar una longitud máxima de 4.800 kilómetros, desde Cirenaica hasta Cachemira.
   No cabe duda de que las gentes que habitaban en tales imperios carecían en absoluto de toda noción, siquiera vaga, acerca de la extensión de los dominios; se contentaban simplemente con vivir y morir en su terruño y, en ocasiones señaladas, a desplazarse desde la propia aldea a la vecina. No ocurría lo mismo con los mercaderes y soldados, quienes seguramente sí tenían alguna idea de la inmensidad de estos imperios y de la extensión, aún mayor, de las tierras que quedaban más allá de sus fronteras. 
   En los imperios de la Antigüedad tuvo que haber gente que se ocupara de lo que cabría considerar el primer problema cosmológico que se le plantea al erudito: ¿Tiene la Tierra un fin?
Indudablemente, ninguna persona de los tiempos antiguos llegó jamás al fin de la Tierra, por muy lejos que viajara. Algunos llegaban a alcanzar la costa de un océano cuyos límites se perdían detrás del horizonte, pero una vez embarcados y navegando en alta mar comprobaban que tampoco así llegaban al fin.
   ¿Significaba esto que tal fin no existía?
   La respuesta dependía de la forma general que se atribuyera a la Tierra.
   Todos los hombres que vivieron antes de los tiempos de los griegos admitieron el supuesto de que la Tierra era plana, como de hecho parece ser si prescindimos de pequeñas irregularidades como son las montañas y los valles. Si algún antiguo anterior a los griegos pensó de otra manera, su nombre no ha llegado hasta nuestros días, ni su pensamiento, registrado de algún modo, ha logrado sobrevivir.
   Ahora bien, si la Tierra fuese efectivamente plana, una de las conclusiones que parece casi inmediata es que tuviese un fin, sea del tipo que fuere. La posibilidad alternativa a este corolario es que se tratase de una superficie plana que se extendiera sin límites; en otras palabras, una superficie de extensión infinita. Pero este concepto es sumamente molesto: a lo largo de la Historia, el hombre ha tratado siempre de rehuir el concepto de infinitud, ya sea del espacio o del tiempo, como algo imposible de concebir y entender y, por ende, como un concepto con el que no es fácil trabajar ni razonar.
   Por otra parte, si la Tierra tuviera efectivamente un fin -si fuese finita- surgirían otras dificultades. ¿No se caería la gente al acercarse demasiado a él?
   Naturalmente, podría suceder que la tierra firme se encontrara rodeada por completo de océanos, de suerte que nadie pudiera aproximarse al fin, a menos que fletara un barco con este propósito y navegara hasta perder de vista el continente, y más allá aún. Todavía en tiempos de Colón esta idea constituía, en efecto, un motivo nada irreal de pánico para muchos marineros.
   Sin embargo la idea de una barrera acuática protectora de la humanidad planteaba otro problema. ¿Qué era lo que impedía que el océano se derramase por los bordes, dejando la Tierra en seco?
   Una posible solución a este dilema consistía en suponer que el cielo era una coraza resistente -aspecto que tiene a primera vista- y que ésta descendía hasta unirse con la Tierra por todas partes, como efectivamente parece ocurrir. En este caso cabría concebir el Universo en su totalidad como una especie de caja cuyos lados y parte superior abombados estuviesen constituidos por el cielo, mientras que el fondo plano fuesen los mares y la tierra firme sobre los cuales viven y se mueven el hombre y todos los demás seres.
   ¿Qué forma y tamaño tendría un "Universo-caja" semejante?
   A muchos este Universo se les antojaba en forma de tablón rectangular. Un accidente interesante de la Historia y de la Geografía es que las primeras civilizaciones establecidas en los ríos Nilo, Eufrates y Tigris, e Indo estuviesen separadas en Este y Oeste, no en Norte y Sur. 
   A esto hay que añadir además el que el Mar Mediterráneo se extienda también de Levante a Poniente. Por ello, los escasos conocimientos geográficos de los primeros pueblos civilizados encontraron menos dificultad para propagarse en dirección Este-Oeste que en dirección Norte-Sur. Sobre esta base parece razonable imaginar el "Universo-caja" como mucho más alargado de Este a Oeste que de Norte a Sur.
   Los griegos, en cambio, demostraron poseer un sentido mucho más desarrollado de las proporciones geométricas y de la simetría al concebir la Tierra como un disco circular, con Grecia, naturalmente, en el centro. Este disco plano estaba formado en su mayor parte por tierra firme, con un borde de agua ("el Río Océano") a partir del cual el Mar Mediterráneo penetraba hacia el centro.
   Hacia el año 500 a. J., Hecateo de Mileto, el primer geógrafo científico entre los griegos, estimó que el disco circular debía de tener un diámetro de 8.000 kilómetros como máximo, lo cual suponía unos 51.000.000 de kilómetros cuadrados para la superficie de la Tierra plana. Por muy grande, e incluso enorme, que les pareciera esta cifra a los contemporáneos de Hecateo, lo cierto es que no representa más que una décima parte de la superficie real de la Tierra.
   Pero prescindiendo de su tamaño y de su forma, ¿cómo se sostenía el Universo-caja en un sitio fijo? En la concepción de la Tierra plana, "abajo" indica una dirección concreta; todos los objetos pesados y terrenos caen "hacia abajo". ¿Por qué no ocurre lo mismo con la Tierra?
   Cabría suponer que el material del que está compuesto la tierra plana, el suelo que pisamos, se extienda hacia abajo sin límite. Pero en este caso nos veríamos enfrentados de nuevo con el concepto de infinito. Con el fin de soslayarlo puede imaginarse la Tierra apoyada sobre algo. Los hindúes, por ejemplo, la concebían sustentada por cuatro pilares.
   Mas ello no hacía sino posponer la dificultad. ¿Sobre qué se apoyaban los cuatro pilares? ¡Sobre elefantes! ¿Y sobre qué descansaban estos elefantes? ¡Sobre una tortuga gigante! ¿Y la tortuga? Nadaba en un océano gigantesco. ¿Y este océano...?
   En resumen, la hipótesis de una Tierra plana, por más que pareciera pertenecer al terreno del sentido común, planteaba dificultades filosóficas sumamente serias..."




El Universo. Isaac Asimov
Título original: The Universe. From Flat Earth to Quasar


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6 comentarios:

Ameba dijo...

Isaac Asimov: altamente recomendable incluso para la amebas como yo.

Alfonso Vázquez dijo...

¡Cuántas cosas desconocemos y cuántas creemos desconocer!
Pero a pesar de lo torpes y pequeños que somos, somos un especie vírica, cruel y destructiva...

TORO SALVAJE dijo...

Y ahora habremos acertado?

Besos.

Bramida dijo...

Ameba :)
tengo la impresión de que a este señor le parecieran más "inteligentes" las amebas que la especie humana...y con razón

Bramida dijo...

Alfonso :)

como hoy ando un poco "siniestra" prefiero no seguir argumentando por ahí ;)
me obligo a decir que "tengo esperanzas" :)

Bramida dijo...

"...ningún hombre de los tiempos antiguos llegó jamás al fin de la Tierra, por muy lejos que viajara..."

es exactamente lo mismo que nos sucede a nosotros en nuestro propio "tiempo" :D
solo hay que cambiar la palabra Tierra por Universo


no sabemos nada :)


besos Toro