He sido profesora por vocación en otras vidas y he aprendido mucho de todas las personas que se sentaban junto a mí o frente a mí. Pero también he sido alumna...
España 1971, posiblemente.
España 1971, posiblemente.
En la escuela descubrí las tizas de colores. Cómo me gustaban. ¿Qué edad podría tener yo cuando me llevé a casa unas cuantas sin pedir permiso? ¿Seis? ¿Siete años? Las había cogido del suelo rotas, gastadas, pisoteadas. ¿Cómo podían ignorarlas de esa manera? No lo entendía. Eran preciosas. Pillé las que pude cuando hacíamos cola para salir; quería usarlas sobre mi pizarra de filo azul. Buscaba un lugar tranquilo para dibujar con aquel material extraordinario.
Al día siguiente en clase la madre del director dio el acostumbrado sermón matinal. Esa vez versaba sobre....¡el hurto! Entonces explicó lo que era hurtar, porque los niños no sabíamos qué significaba aquella expresión. "Hurtar es robar" -decía- "No robarás" "Iríais al infierno..." "La tentación..." "El pecado de pensamiento...palabra...obra..."
Casi me puse enferma al oír tales historias. ¿Había hurtado yo? ¿Se refería a mí? Tenía la impresión de haber herido a alguien con mi conducta, pero ¿a quién? No veía la hora de regresar a casa para recoger las tizas y devolverlas al colegio. Así lo hice. Cuando entré en clase las puse en el mismo lugar y de la misma forma en que las había encontrado: desperdigadas por el suelo, en un sitio de paso lleno de polvo, papeles, mocos, virutas y restos de goma de borrar.
Volví cabizbaja a casa, nerviosa, ladrona, ladronísima, candidata al infierno...
Salí al patio sin que nadie me viera, me encerré sola en el servicio, estaba asustada y lloré.
Al día siguiente en clase la madre del director dio el acostumbrado sermón matinal. Esa vez versaba sobre....¡el hurto! Entonces explicó lo que era hurtar, porque los niños no sabíamos qué significaba aquella expresión. "Hurtar es robar" -decía- "No robarás" "Iríais al infierno..." "La tentación..." "El pecado de pensamiento...palabra...obra..."
Casi me puse enferma al oír tales historias. ¿Había hurtado yo? ¿Se refería a mí? Tenía la impresión de haber herido a alguien con mi conducta, pero ¿a quién? No veía la hora de regresar a casa para recoger las tizas y devolverlas al colegio. Así lo hice. Cuando entré en clase las puse en el mismo lugar y de la misma forma en que las había encontrado: desperdigadas por el suelo, en un sitio de paso lleno de polvo, papeles, mocos, virutas y restos de goma de borrar.
Volví cabizbaja a casa, nerviosa, ladrona, ladronísima, candidata al infierno...
Salí al patio sin que nadie me viera, me encerré sola en el servicio, estaba asustada y lloré.
4 comentarios:
¿Qué fue lo que te hizo llorar r e a l m e n t e? ¿Lo sabes ahora? ¿Lo sabías entonces?
la ignorancia
:)
A la madre del director le habían robado el sentido común.
Estaba ida.
Pobrecilla.
Besos.
la buena mujer impartía clases de religión desde una perspectiva que ríete tú de "mis terrores favoritos" :)
besos Toro
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